Para empezar a hablar de tratamiento en el campo de las adicciones primero tenemos que definir qué es una adicción. En primer lugar, si hablamos de adicción hablamos de un problema que afecta la salud de la persona adicta
y los diferentes componentes de su vida.
Este problema se caracteriza y sostiene por la relación de dependencia que la persona establece con el objeto de su adicción. Es decir siente que necesita de él, de hecho si no accede a él siente los signos y síntomas de la abstinencia,
manifestaciones desagradables tanto físicas como psicológicas que impulsan a la persona adicta a buscar a su objeto y repetir la conducta adictiva que remite a él.
Para que se inicie un tratamiento, la persona adicta debe comprender que se encuentra en un estado de dependencia respecto a determinado objeto,situación, o persona; y esto es lo que por lo general está ausente en un caso de adicción, al menos en los primeros momentos. Sucede de forma recurrente que quien acude en primer lugar a demandar orientación o atención es un familiar o amigo. Personas que pudieron dar cuenta de que una conducta
determinada (la que luego se configurará como conducta adictiva) se estaba realizando de forma excesiva, repetitiva o destructiva para la vida de la persona adicta.
Entonces si no hay problema no hay tratamiento, es decir si la persona adicta no logra percibir una problemática en su modo de accionar no habrá tratamiento posible, ya que no hay demanda de atención y si se acerca a un
tratamiento por pedido o presión de otros, éste será muy dificultoso, o nulo, o directamente no será.
Debe haber reconocimiento de un problema para querer solucionarlo. Esta “construcción” del problema implica un proceso necesario, de toma de conciencia, de autoobservación, de percepción de los riesgos a los que se está
sometiendo. Puede ser que este pasaje desde “desconocer” o negar el problema a aceptarlo y pedir ayuda para iniciar y transitar un tratamiento, lleve
poco o mucho tiempo, ese proceso es subjetivo, relativo a cada persona. Y también puede ocurrir que el pasaje se de por cuenta propia, por acompañamiento de los seres queridos o en un proceso terapéutico.
En el primer caso, nos referimos a aquellas personas que por sí solos o a raíz de un evento particular (como sufrir un accidente bajo efecto del consumo de sustancias, o quedarse sin empleo como consecuencia de su adicción) logran
tomar conciencia que esa conducta, a la que denominaremos conducta adictiva, le ocasiona o le ocasionó consecuencias negativas y desea evitarlas o reducirlas. Puede comprender que detrás de esa conducta hay padecimiento, riesgos, deterioros, dependencia. Reconoce que siente que se le va de las manos y decide iniciar cambios.
En el segundo caso, es la familia quien con mucha contención y paciencia intenta “hacer reaccionar” a la persona adicta, acudiendo a centros de salud a pedir orientación, con o sin la persona que padece el problema de adicción.
Incluso a veces pueden pasar meses entre que la familia toma conciencia de la problemática y pide ayuda y que la persona adicta acude a la primer consulta.
En el tercer caso, la persona adicta logra acercarse a un centro de atención, quizás no del todo convencido de lo que le pasa, pero con la predisposición suficiente como para determinar que tiene un problema, aceptarlo con dificultades y resistencias, pero tomando acción.